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La Pulido

Entre el beso salino de una especie

Entre el beso salino de una especie
Si tuviera los poderes fantásticos de las Hadas, con una vara mágica me trasladaría a la Playa Uvero, donde las casas son acunadas por la mar que trata de mecer en vano sus pilotes. Sí, allí entre la brisa y los peces que parecen saludarte, cuando dan ese salto alto para romper las olas.
Uvero, ¿Cuántos recuerdos de infancia y adolescencia? No se si extrañar tu amanecer, con un mar transparente, que no es azul, pero que te permite ver por bandas, rocas o arenas, donde las llamadas morjarras parecen buscar el beso salino de su especie, o tratan de burlar las tiradas de nylon de pescadores empíricos.

El día transcurre en un ir y venir de personas que tienen por carretera las tablas de los muelles, unos traen el hielo para el día, otros expenden golosinas y el mayor porcentaje no abandona fácil el abrazo de tus aguas.
Otros, fundamentalmente hombres, luego de freír la llamada majúa, ese pez pequeñito que cruje entre los dientes, beben su ron y miran el dominó, no sin antes detallar el cuerpo de algunas féminas. A veces la diversión no termina bien, pues el alcohol los hacer confundir del doble tres con el doble nueve.

Luego por la tarde, las mujeres comienzan a buscar los mosquiteros, pues el vector hacer de las suyas, con una música de violin y luego convierten tu casa en un banco de extracción de sangre, pero a pesar de estos inconvenientes, Uvero, que no es una playa bonita tiene sus encantos que inocula el amor a los seres humanos.

Cuando llega la noche, el refugio hogareño se estremece por el chasquido de las olas, por el salto de los peces, que te miman en un sueno, generador de la esperanza !Que lo digan los nativos de esa Villa Grande del Undoso, Sagüa la Grande.

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