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La Pulido

La Moda de las Jabas.

La Moda de las Jabas.

Era una tarde seminvernal, cuando   un grupo de personas degustaban platos de la comida típica cubana: se reían charlaban, alzaban la cerveza espumosa y rememoraban  anécdotas de su faena laboral. Fue en ese instante en que  las  dependientas -con disimulada  alegría- observaban  desde lejos el lenguaje  gestual del grupo, instante en queo una joven veinteañera se levantó y se apresuró por llegar a la mesa de uno de sus colegas.

 Vestía un conjunto de  saya de mezclilla y blusa de tirantes, el cabello negro asido con un lazo rojo y su agraciada  soltura al caminar, despertaba la mirada de algunos hombres, que a veces no podían disimular su apetito por la moza. Ella saludó a varios comensales, bajo la tupida vegetación de un campismo al norte de Villa Clara, donde las palmas reales se inclinaban para verse  en la aguas de la corriente del río.

La bisoña tarareaba una vieja canción de la Orquesta Van Van;  sólo   vocalizaba un estribillo: “Nadie quiere a nadie, se acabó el querer”. Así lo entonaba, mientras se aproximaba a una mesa,  quizá la menos indicada. Allí   estaba sentado uno de los veteranos del centro de trabajo, el que más pasión le demostraba todas las mañanas, pero ese día iba acompañado de su esposa septuagenaria, que  desde hacía rato observaba  con rostro de pocos amigos a la  muchacha. Era una mujer extremadamente celosa y conocedora de los gustos de su esposo. Por eso se dijo:” esta chiquilla ha de estar en el plan de trabajo y objetivos de conquista de mi esposo”.

Así pensaba, cuando llegó la inesperada visita juvenil y  luego de saludarlos, preguntó: _¿Usted no tiene una jaba que me regale?.Deseo llevarme  la carne, para hacer en mi casa unos espaguetis...

La veterana  la fulminó con la mirada y le dijo: -” En Cuba el cuerpo se divide en cuatro partes, cabeza, tronco, extremidades y jaba”

Su compañero, el viejito juguetón de todos los días, no alzó la mirada. La joven quedó perpleja, pero la señora le dio la jaba, para que guardara su alimento.

Ofreció disculpas y gracias entre dientes,  y le imprimió más velocidad a sus piernas, que ya no aguantaban la cadencia de las caderas. Él, aquel amigo encanecido que le ofrecía un elogio cada día, no alzó la vista ni en la despedida, y su compañera de matrimonio, quedó  balbuceando palabras  sobre la poca tela de una saya, que según ella, no llegaba a la media pierna.

En ese instante se sintió de nuevo el bullicio de los asistentes al festejo y el ruido que hacen las jabitas de nylon, cuando empiezan  a recibir las comidas...algo habitual en muchas de nuestras reuniones festivas. Y que  me atrevo a decir,  que el hábito de cargar con ellas surgió, se desarrolló y se multiplicó en  los primeros años de la década del 90  del pasado siglo, cuando la isla  sufrió la extinción del llamado campo socialista  que avivó los efectos del bloqueo. La jaba forma parte de nuestro atuendo diario, para ver qué  se presenta en la oferta cotidiana.

Una hora después del incidente, la joven sintió la  música de un CD de los Van Van y junto a otros grupos generacionales comenzó a bailar, no sin antes guardar  la carne de cerdo en la jabita del nylon.

 

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